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Estimados amigos, iniciamos los «divinos oseos» con la frase que encabeza la entrada, la misma que se nutrirá tanto de tus aportes como de los que podamos prodigarte en los momentos de solaz que nos deja el ejercicio de la abogacía, que en su lado humano obliga echar mano del arte literario que ningún jurista que se precie de tal, puede soslayar. No en vano algunos señalan que la abogacía como tal es un Arte y el Derecho una extensión de la Literatura.