La historia de la filosofía nos cuenta que, en alguna ocasión, Pitágoras llegó a la ciudad de Fliunte y la ser consultado por el tirano Leonte acerca de su labor, el filósofo, matemático y astrónomo tuvo la oportunidad de compartir sus conocimientos con el gobernante.
Leonte quedó admirado de los conocimientos, elocuencia e ingenio de Pitágoras, exclamando: “He aquí un verdadero sabio”, a lo que el filósofo respondió: “Señor, no soy maestro en arte alguno, tampoco soy un sabio (Sophos), sino alguien que ama y aspira a la sabiduría, me dedico a la filosofía (Philosophia)”.
El tirano quedó maravillado con la nueva palabra pronunciada por Pitágoras, “filosofía”, quiso conocer más sobre ella, y de cómo distinguir a los filósofos de las demás personas.
Pitágoras le explicó: La vida es como los juegos olímpicos, a ellos acuden tres tipos de personas: los atletas, que compiten por la gloria del premio; los comerciantes, que van a comprar y vender; y los espectadores, que sólo asisten para ver los juegos, siendo indiferentes a los aplausos y al lucro. Así es el mundo, unos buscan la fama y otros el dinero, pero un tercer grupo se dedica a la contemplación de la naturaleza, por amor a la sabiduría, éstos últimos son los filósofos.
En el campo de filosofía y en la vida ordinaria, la anécdota de Pitágoras con Leonte deja claro que el filósofo no es un sabio, no es alguien que ha llegado a ser un SOPHOS sino es un PHILO, es decir un enamorado, alguien que ama la sabiduría, aspira a ella, anda en búsqueda de la verdad, no la posee, no es su dueño.
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